El Dios de Marina


Stella Romero

Confieso que yo creo que existen vidas anteriores. Que nadie está acá por primera vez y que somos almas de eones de antigüedad tratando de entender la red que nos une.
Lo que no se, es si se pueden vivir dos vidas en una. Dos vidas bien distintas.
Conozco a Marina desde siempre. Como que hemos nacido juntas.
Te cuento sobre ella porque se me hace difícil creer que pudiera haber hecho un cambio tan drástico. De ser un Peón, pasó a ser una Reina… o algo así
Cuando éramos chicas, ella era muy cumplidora, obediente, pulcra y rápida para todo. Se casó bastante joven y tuvo varios hijos, además de un marido fastidioso y exigente. Pasó muchos años siendo esa mujer, perfeccionando el título de “ama de casa” que le habían puesto y criando a sus hijos de la mejor manera que pudo.
Hasta que sintió que ya había tenido bastante de todo eso, unido a un indestructible deseo de buscar la verdadera Marina, la otra, la de la intuición, como te parezca.
“El llamado”, dicen algunos.
¿Qué fue lo que disparó ese llamado? Quizás el hecho de haberse quedado sola, de ver que todos a su lado vivían sus vidas, que se le iba desdibujando el sentido que antes tenían las cosas.
Marina, ahora ya mayor, se dio cuenta de golpe que siempre fue algo distinta de los demás. Que había en ella Algo que la esperaba.
Así que decidió concentrarse en lo que le gustaba, lo que deseaba, lo que anhelaba, lo que esperaba…. No podía más dejar rezagadas las cuestiones que la formaban como ser humano.
Y no le reprochaba nada a nadie, no confundirse. En realidad luchaba consigo misma para salir de ese mundo acostumbrado, “cómodo”, y meterse en otro tan incierto.

A una edad bien adulta, Marina comenzó, entonces, con su segunda vida en el mismo tiempo, en el mismo espacio, en el mismo cuerpo.
Hubiera podido ser una sombra más entre las sombras que caminan anónimas por las calles. Pero algo en ella sobresalía: quizás ese sombrerito negro que llevaba, medio arrugado, le daba un toque extravagante.
Quizás porque para ser una persona de edad, es bien alta y bien delgada, ágil, si se quiere. Quizás te podía atraer su mirada intensa, terca, vidriosa; como si caminara por un mundo paralelo, aunque estaba bien concentrada en éste.
Ansiosa, rápida, práctica… era tan confiable como una madre, como una roca.
Pequeñas cosas que marcaban la posibilidad de un destino diferente.
Físicamente, nos parecíamos un poco, aunque a mí siempre me faltó ese aire de resolución y convencimiento que destacaba en ella.

En esta segunda etapa, nunca se le ocurrió pensar que ya era demasiado grande, que podían fallarle las energías y que el peso muerto de su vida pasada era bastante poderoso.
Como encaraba todo en su vida, así encaró este cambio que le propuso su propio instinto.
Anduvo por su ciudad haciendo todo tipo de seminarios, cursos, talleres y prácticas sobre cuestiones alternativas. De cada uno tomaba algo, lo atesoraba y re formulaba su rumbo.
Pero sentía que no eran lo auténtico. Que necesitaba un maestro o maestros con experiencias en la historia misma de estas cosas. Un maestro de Reiki que creyera en el Reiki, un maestro de Ángeles que creyera en los ángeles, un maestro de esoterismo que creyera que existían otras cosas, además de las visibles.
Encontró muchos: algunos verdaderos, otros mentirosos y desarrolló, entonces, una fina intuición para darse cuenta con quién trataba.
En algún momento sintió que debía ir a la fuente de cada una de esas cosas, allí donde uno está más cerca de la verdad.
Preparó con tiempo y con cuidado un viaje a la India, para pasar un mes en un ashram con el solo objeto de que los mejores maestros la enseñaran a meditar. Y puso tanto coraje y empeño en esto, que aprendió.
En la meditación, logró fundirse con lo que la rodeaba, llegar al jardín de flores de su propio ser interior, aprendió a escuchar lo divino de sí misma.
.Por supuesto, como siempre fue muy reservada, no hablaba con cualquiera de estos temas. Tenía el corazón guardadito y solo lo mostraba en contadas ocasiones. Pero cuando lo mostraba, te estremecía su luz, te agobiaba su latido cósmico, infinito. Su canto, que se adivinaba antiguo e ilimitado, te podía hacer saltar las lágrimas…
Llegó a un punto en que nada le importaba demasiado. Siempre tuvo una leve fobia social y pareció agudizarse entonces, como si viera más allá de las cosas y de la gente. El mundo, concebido tal como estaba, podía ser un incordio para ella: los hijos que le gruñían por todo, los vecinos que la saludaban con cara de pena, la rutina tan exasperante que no podía abandonar del todo.
Yo misma, que estaba demasiado ávida de información y podía ponerme densa o pesada.
Un par de años después, decidió irse a Hawái a pasar una temporada para aprender un arte distinto de sanarse a sí misma y a los demás.
Aprendió mantras extraños y beneficiosos, conoció médicos indígenas, verdaderos sanadores con los cuales tuvo intensas reuniones de aprendizaje. Visitó hospitales del lugar, costumbres extrañas entre las familias tribales, a las que pedía permiso para ser testigo de rituales, presentándose con su sola presencia, con su segura e inocente palabra. Fue bien recibida y mucho mejor enseñada. Practicó todo, se animó a todo y experimentó todo lo que pudo, para volver con un enorme bagaje de cosas nuevas y generosas que, sin embargo, la hacían sentir que cada vez sabía menos.
Consideremos el hecho de que a la edad de Marina, cuando se está con un pie en cada generación (la anterior y ésta, tan distintas) es muy difícil llevar su vida a un cambio radical. A veces la sorprendía su valentía, a veces la sorprendía su cobardía. Las dudas solían superarla y había miedos también, dudas…
Lo vivido en esos países, tan loco y tan real al mismo tiempo, le traía aparejada alguna idea de insensatez, alguna inseguridad. Intentó, entonces, varias veces dejarlo todo y volver a su antigua vida; pero allí se sentía una completa forastera; su Norte, sus paradigmas se hallaban enrevesados y lo único que la mantenía firme en la búsqueda era la sensación innegable de ese Algo que la esperaba.
Cuando tenía ganas de contarme cosas, yo me bebía sus palabras. Pero mi temperamento no era como el de ella, que se animaba a llegar hasta la última instancia.
Cada uno es como es, y quizás se pierden ocasiones, momentos irrecuperables.
En cambio ella, de todas sus estructuras y modelos copiados, pudo soltarse y así cambiar el punto de vista, la filosofía de las cosas.
No fue simple, no cualquiera lo logra ni tiene la valentía.
Creía en todo y casi nada la sorprendía. Pero sabía que debía elegir con cuidado lo que iba con su mirada, con su propia idea de cómo debía ser.
Pasó algunos años en este aprendizaje desvelado y sin duda algo tocó su corazón, finalmente, pues comenzó a serenar su espíritu y a mostrar una actitud de leve entendimiento de las cosas y de sí misma…
Un día anunció que se iba a vivir a otro país, al otro lado del mundo.
Se bien que nadie la aconsejó, que fue una decisión trabajada desde la intuición y el convencimiento profundo.
Confieso que la animé fervientemente a trazar sus planes, a seguir su rumbo y que me ofrecí a ayudarla en lo que necesitara.
Y Marina se fue, con algún equipaje y ninguna foto, para darle la forma final a su destino.
Ahora está instalada (no sé si para siempre) en una pequeña casita en la ventosa y fría sabana del Nepal, ese lugar que es el corazón de la meditación y el silencio.
Decidió escribir parte de sus experiencias quizás solo para ella misma, pero de algún modo y con mucho cariño me he comprometido a editarlos y publicarlos desde aquí.
Son unos cuentos cortos, sin orden, que describen momentos de su vida. Supongo que habrá que llegar al final para poder armar el rompecabezas: por ahora, no se vislumbra ningún final.
Pero cada uno de esos breves recuerdos son estructuras coherentes y precisas, ideales para este mundo occidental tan lleno de imprecisiones. Cada vez que me llega uno, siento que recibo la visita de una antigua y respetada amiga, y me lleno de felicidad.
El libro se va armando. Lentamente.
La puedo imaginar mirando las lejanas y contundentes montañas del Himalaya, mientras penetra en la zona emocional o espiritual que le inspirará toda esa belleza
Me ha enviado fotografías de ella y su pequeña casa. Sigue siendo muy delgada y se la nota ágil aún. Pero el color de su piel se ha puesto más dorado y sus ojos ya no tienen ese brillo compulsivo de cuando todo comenzó: están más serenos, vibrantes y felices.
Vive sola, tiene algunos animalitos y se gana la vida tejiendo, cosiendo, haciendo pasteles para alguna fiesta en el lugar. Lo de siempre, bah….
Pero la parte más importante de Marina, la de la luz, la del Camino, es algo muy íntimo que ahora se animó a contar en sus cuentos.
Esa parte es el eje mismo de su mundo y le ocupa todo el corazón.
Por eso, como te decía al principio, creo que es posible vivir dos vidas en una… bien diferentes.
A Marina le pasó. Y yo soy testigo, porque soy la otra Marina, la del Hemisferio izquierdo, la que escucha mi lejana mitad sin sentirla mía.
La Marina que está tan lejos me invita a VIVIR… yo la invito a ella a no abandonar nunca sus más íntimos deseos.
Ni siquiera me preocupa cuál de las dos es la imaginaria. Nos amo, me amo y la amo.
Y repito: las cosas son como son, los destinos parecen estar escritos.
El Dios de Marina la llevó de la mano, sin dudarlo, al sitio donde tenía que estar.

Comments 2

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    Hola Stella,

    Me alegro de que hayas terminado tu historia y me alegro de que la hayas revisado muchas veces, te aseguro que se nota. :-)

    Lo primero que querría destacar son algunas expresiones y frases que están particularmente bien escritas. Te las listo debajo por el simple placer de reproducirlas y también para que puedas revisarlas e intentar que todo lo que escribas tenga esta calidad.

    – “una sombra entre las sombras”

    – “Ansiosa, rápida, práctica… era tan confiable como una madre, como una roca”

    – “Tenía el corazón guardadito y solo lo mostraba en contadas ocasiones. Pero cuando lo mostraba, te estremecía su luz, te agobiaba su latido cósmico, infinito.”

    – “A veces la sorprendía su valentía, a veces la sorprendía su cobardía.”

    – “Mi temperamento no era como el de ella. […] Cada uno es como es, y quizás se pierden ocasiones, momentos irrecuperables.”

    Me gusta también la frase inicial de tu historia, cuando dices “Confieso que yo creo que existen vidas anteriores. Que nadie está acá por primera vez y que somos almas de eones de antigüedad tratando de entender la red que nos une. Lo que no sé, es si se pueden vivir dos vidas en una.” Me parece una forma muy elegante de introducir el tema principal de tu historia, a saber, que se pueden vivir dos vidas en una sola.

    Sin ningún orden en particular, algunos comentarios más:

    – El texto escrito está en primera persona y en algunas ocasiones te diriges directamente al lector. Por ejemplo cuando dices “te cuento sobre ella porque…”. No hay nada incorrecto en esta práctica pero en general se desaconseja porque el hecho de dirigirte directamente al lector puede desconcertar y raramente ayuda a que tú historia funcione mejor.

    – A pesar de que toda la historia está escrita en pasado, cuando describes a Marina lo haces en presente. Esto es un error y deberías modificarlo.

    – Tal y como está escrito ahora, tu texto resulta interesante como narración de unos
    hechos singulares. Sin embargo, no se trata de una historia en el sentido clásico del término. La introducción, el nudo y el desenlace, aunque presentes, no funcionan del mismo modo en el que lo hacen en una historia de ficción. No sé si tienes interés en seguir elaborando alrededor de este tema, pero una opción interesante podría ser narrar la historia de Marina como si fueras ella, como si ella misma la hubiera escrito. Tu texto me ha gustado pero me he quedado con la impresión de que la historia de verdad está aún por contar. Llévanos de viaje. A la India, a Hawái, al Nepal, a lo más íntimo de su espíritu.

    Espero que el curso te haya resultado muy útil y, por supuesto, estoy a tu disposición si crees que puedo serte de ayuda.

    Un abrazo,
    Carles

  2. Gracias, querido Carlés. Me han resultado utilísimos tus comentarios, tan acertados como siempre.
    Me quedo con tus datos. Quizás nos volvamos a encontrar.
    Muchas bendiciones!

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